Una de las formas de tratar la hiperacusia es mediante música, ya sea
como la herramienta para realizar la terapia sonora, o como parte del
enriquecimiento sonoro. Pero para que ésta sea efectiva debe escucharse
una gran variedad de obras (y estilos), ya que si nos limitamos a un
número reducido de obras no estaremos estimulando adecuadamente todo el
espectro de frecuencias.
El ruido rosa que pongo a vuestra disposición no presenta ese problema, pues ya abarca todo
el espectro de frecuencias audible por el ser humano (aunque las
frecuencias agudas están menos presentes por las características propias
de este tipo de ruido). Pero no ocurre así en una obra musical, en la
que se estimulan más aquellas frecuencias armónicas a la tonalidad en la
que está escritas, se estimulan más aquellas frecuencias que
corresponden a la afinación según el sistema temperado igual, y se
estimulan más aquellas frecuencias propias de los instrumentos que
aparecen en ella. Por este motivo, la música más apropiada para tratar
la hiperacusia es la música para grandes orquestas, música que abarca un
amplio espectro de frecuencias en las que podemos encontrar desde los
sonidos más graves de la tuba o el contrabajo, a los más agudos como el
de un pícolo o un glockenspiel. Y si disponemos de obras en diferentes
tonalidades, pues mejor aún.
Pero aunque el ruido rosa es el
sonido más efectivo para tratar la hiperacusia, por sí solo es
insuficiente. Quien tiene hiperacusia debe exponerse a todo tipo de
sonidos, como ya se ha comentado en el apartado de enriquecimiento sonoro. Además, la música tiene una propiedad que ningún
otro sonido tiene, y es la de producir sensaciones de placer y alegría,
lo que ayuda a la plasticidad del cerebro. El ruido rosa o los sonidos
de la naturaleza jamás podrán ponernos la piel de gallina como puede
hacerlo una canción de nuestro grupo favorito. No nos debe extrañar, por
lo tanto, que la música se utilice en los protocolos para tratar la
misofonía causada por la hiperacusia.
Ahora bien, una vez
contamos con una buena colección de música se nos presenta un problema
con el que los hiperacúsicos tenemos que lidiar. Y este problema es el
diferente volumen al que se encuentran multitud de pistas de sonido. En
una persona sana esto se reduce a la incomodidad de tener que ajustar el
volumen a menudo para poder escuchar la música al volumen deseado, pero
en una persona con hiperacusia conlleva principalmente dos
inconvenientes. En primer lugar, nos podemos ver sorprendidos con un
volumen más alto de lo que nuestra tolerancia permite, lo que puede
causarnos molestias en los oídos. En segundo lugar, el estrés que
produce el estar ajustando continuamente el volumen unido al miedo a
encontrarse con un volumen demasiado alto para nosotros no es nada
apropiado para superar nuestra dolencia.
El volumen no es solo un
problema entre diferentes pistas de diferentes estilos, intérpretes, o
álbumes. Lo puede ser también dentro de una misma obra musical. El
ejemplo más claro de esto es la música para orquesta, en la que el juego
contínuo con la dinámica es prácticamente omnipresente. Hasta que
nuestra hiperacusia no mejore lo suficiente conviene evitar el susto
asegurado al pasar de forma inesperada de un pianissimo a un fortissimo.
Y cómo evitarlo es el propósito de este post.
La forma de
solucionar el problema con el volumen mencionado anteriormente es
mediante la compresión de sonido. No hay que confundir con la compresión
de la información requerida para reproducir un sonido almacenado en un
archivo digital, por ejemplo, un mp3. Antes de entrar en detalle sobre
en qué consiste este tipo de compresión debemos explicar el concepto de
rango dinámico.
El rango dinámico de un sonido, explicado sin
usar términos técnicos, es la diferencia entre el volumen más alto y el
más bajo que contiene ese sonido. Por tanto, una obra musical con un
rango dinámico muy grande puede contener al mismo tiempo sonidos muy
altos y muy bajos, y además podrá contar con múltiples niveles de
volumen entre esos dos extremos. Esto es lo que ocurre con las obras de
música clásica, en las que es posible escuchar sonidos prácticamente
inaudibles para pasar de repente al estruendo.
La compresión de
sonido es el proceso mediante el cual se reduce el rango dinámico de un
sonido. Por tanto, la diferencia entre el sonido más alto y más bajo se
ve reducida, de forma que en una obra musical, al pasar de un pasaje
silencioso a uno más alto, la diferencia en volumen de ese salto es
menor. La forma en la que se realiza esta reducción del rango dinámico
conlleva también una reducción del volumen global, por lo que durante la
compresión se aplica una ganancia en la señal de salida para compensar
esa disminución del volumen global.
La compresión es utilizada
ampliamente en las emisoras de radio musicales o en las de TV. Ese el
motivo de que nunca tengas que ajustar el volumen de la radio aunque
estén emitiendo canciones de diferentes artistas, discos, estilos y
épocas.
No debe confundirse la compresión con la normalización,
otro concepto habitual en el campo de sonido profesional, que consiste
en ajustar el volumen más alto de un sonido a un determinado valor,
manteniendo intacto el rango dinámico del sonido.
No conozco
ningún reproductor de música portátil o equipo de música que tenga la
capacidad de comprimir la música. También he mirado una larga lista de
reproductores de música para móviles y esta característica tampoco
aparece, al menos en las versiones gratuitas. Respecto a los
reproductores de música para ordenador, sí he encontrado algunos que
tienen la opción de normalizar el sonido, pero como ya he explicado
anteriormente, la normalización no consigue que diferentes pistas de
sonido suenen al mismo volumen (aunque en algunos casos puede dar esa
sensación). Lo único que puede conseguir es que el volumen más alto de
diferentes pistas sea el mismo valor.
Seguramente habrá otros,
pero el único reproductor que he conocido capaz de hacer compresión de
sonido (y además, muy bien hecha) es Winamp, gracias a la característica
que le ha diferenciado del resto de reproductores de música, la de
poder extender su funcionalidad a través de plug-ins (pequeños programas
que funcionan dentro de otros programas para prestar una determinada
funcionalidad).
Existían diversos plug-ins para Winamp que
comprimían el sonido. Yo definitivamente me quedo con Audio Stocker Pro,
ya que para mí es el que hace una mejor compresión, prácticamente no te
das cuenta de que el rango dinámico ha sido alterado. Para instalarlo
basta con copiar los archivos (que podéis descargar aquí) en la
carpeta "Plugins", que se encuentra dentro de la carpeta donde tengáis
instalado Winamp.
Una vez habéis copiado el plug-in, iniciáis
Winamp y vais a "Preferencias" desde el menú contextual o pulsando
Ctrl+P. En el apartado de Plug-ins DSP/Effect deberíais encontrar el
plug-in dsp_audiostocker.dll. Lo seleccionáis y con la configuración por
defecto ya está listo para funcionar, pero yo os recomiendo que pulséis
sobre el botón "Configure active plug-in" y dejéis esta configuración:
Hecho
esto, ahora nos encontramos con el inconveniente de que solo podemos
escuchar la música desde el ordenador, lo que en muchos casos puede ser
un problema. Pero también hay solución a esto. Con el plug-in File
Writer podéis convertir la música a la que se le ha aplicado ya la
compresión de sonido, a archivos de sonido en diferentes formatos de
audio como wav o mp3. De esta forma podéis exportar la música con
compresión a cualquier reproductor. Se instala de la misma forma que el
plug-in anterior. Pero para configurarlo, tenemos que ir a
"Preferencias", y al apartado de Output de Plug-ins. Para configurarlo
lo seleccionáis y pulsáis sobre el botón "Configure".
Buenas, y se recomiendan las escuchas con auriculares o con altavoces?
ResponderEliminarBuenas,
EliminarPor mi experiencia yo recomiendo el uso de altavoces, ya que con auriculares es muy difícil identificar el momento en el que los oídos necesitan reposo y es más fácil provocarse recaídas.
Un saludo